24 enero 2016

Beatriz y el Etna
De la felicidad a un dolor infinito y a una profunda tristeza

Julio Sánchez Mingo
Enero 2016

A Fifi Caldevilla, con todo mi cariño

Beatriz desapareció en el Etna, Mungibeddu o 'a Muntagna en siciliano, en italiano Mongibello, el Monte Bello, traducido literalmente. El puente de San Isidro de 2001.

Un grupo de amigos habíamos planeado ir a Ordesa esos días, incluso ya teníamos reservado hotel en Torla. Beatriz era uno de ellos. Sin embargo, un cúmulo de circunstancias nos obligó a cancelar el viaje. Ella, a última hora, decidió volar a Catania para ascender al Etna, el volcán que tanto la subyugaba desde una visita anterior.
Yo había propuesto el viaje al Pirineo oscense. Habíamos estado el otoño anterior, Beatriz incluida, habiendo vuelto encantados. Queríamos repetir en primavera.
Convoqué a todos con este mensaje, enviado por correo electrónico:

Asunto: Puente del Santo de mi pueblo
Señorías:
Durante la cena que tan amablemente nos ofreció la Sra. Marquesa el pasado día 10 para celebrar sus pocos meses cumplidos, sugerí la posibilidad de pasar el Puente de la referencia en la Cuenca del río Arazas, con el objetivo de disfrutar de la montaña pirenaica y de que la referida Marquesa salga, pobrecita ella, de la Cuenca del Manzanares, la Alta, claro, que todavía hay clases y los demás vivimos en la Baja.
Por ello me dispongo a efectuar la correspondiente reserva de alojamiento, para el que se quiera apuntar, y planteo dos posibilidades:
- Hotel Villa de Torla, que conocen la Srta. Pita, el hijo de la Marquesa, Su Excelencia la Susodicha, el garrulo de mi pueblo casado con la Marquesa y residente en la Cuenca Alta del río más importante de toda Europa, ya saben Sus Señorías que Carabanchel es el barrio más importante de toda Europa, y el resto de una extraña y dispar comitiva.
- La Casita de Pín y Pón, más de una si fuera necesario.
Les encarezco a Sus Señorías una rápida respuesta, a ser posible para mañana jueves por la noche como muy tarde.
Dados los problemas de agenda de la Sra. de Pita, propongo a este excelso Señor que nos acompañe con un surtido más o menos amplio de su churumbelería y que su Excelsa Conyuge limite su estancia de viernes a domingo, pues no se puede estar en Misa y cobrando del Colegio Miraval, el colegio más porrero de toda la Cuenca del Guadarrama y resto de la provincia de Madrid.
Advertencia muy importante: Dada la desigual orografía de las Cuencas del río Arazas y del río Cinca, o sea el Valle de Pineta, y la desigual condición física y amor a subir cuestas de los involucrados en esta convocatoria, una vez sobre el terreno cada cual es muy libre de plantearse la actividad más adecuada a sus predilecciones, sin compromiso alguno, como ya se hizo en el pasado puente de la Patrona de Zaragoza, donde había diariamente más de una opción de excursión.
Agradeciendo a Sus Señorías una rápida respuesta, reciban un besito muy cariñoso ellas y una patada en los .... ellos,
Julius

Nos las prometíamos tan felices, pero todo se torció. Y Beatriz voló sola a Sicilia.

A última hora del lunes 14 de mayo, víspera de San Isidro, se desencadenó la tragedia. La noche, allí en las alturas, a más de 3.200 m de altitud, fue toledana. Vientos de 120 km por hora, el volcán muy activo y continuas emanaciones de gases sulfurosos tóxicos hacían de la zona un lugar muy peligroso. Beatriz fue vista por última vez, a las 6 de la tarde, a 2.700 m de altitud, por uno de los expertos guías alpinos que acompañan a los turistas, cuando se encaminaba hacia los cráteres cimeros. A partir de 2.940 m, donde se hallan los restos de la Torre del Filósofo, está prohibido ascender sin su asistencia.

                        El Etna en erupción. Diciembre 2015

No regresó a dormir al hotel Corsaro, donde se alojaba, situado cerca del Rifugio Sapienza y del terminal inferior del teleférico. Con éste se alcanzan los 2.500 m. A la mañana siguiente, al notar su ausencia, los empleados del alojamiento dieron aviso a las autoridades. Se organizó un gran despliegue en su búsqueda. Efectivos de guías del Etna, guardias de Finanza, carabinieri y voluntarios participaron activamente en las labores de rastreo.
Volaron a Catania dos de las hermanas de Beatriz que, junto al cónsul español en Nápoles, se personaron en el lugar.

La mañana del 16 de mayo, después del puente, la menor de las hermanas me llamó a la oficina para decirme que Beatriz había desaparecido en el Etna, que la estaban buscando y que dos de ellas habían viajado urgentemente a Sicilia. Comprendí instantáneamente que no volvería a verla. Me eché a llorar y, a continuación, entré casi en estado de choque.
Beatriz era nuestra amiga, nuestra compañera de salida semanal a caminar por la Sierra o a montar en bicicleta. Estábamos muy compenetrados. Era muy fuerte, hecha de piedra berroqueña, capaz de volver a casa ¡casi de madrugada! y estar lista a primera hora de la mañana en aquel cafetucho de Huertas esquina a Jesús, donde las recogíamos, para ir de excursión.
La montaña y el mar acercan, unen mucho. Las largas conversaciones, hablando de todo lo divino y lo humano, que se tienen caminando o navegando, permiten llegar al fondo de las personas y hacer grandes amigos. Amigos entrañables para toda la vida.
Las labores de búsqueda se prolongaron una semana. Sin éxito.
Aparecieron su tienda de campaña y otros objetos personales y se hallaron huellas que alcanzaban el borde del cráter de la Bocca Nuova, del que emanaban gases tóxicos. Posiblemente Beatriz perdió el conocimiento y se despeñó en ese lugar. Incluso un oficial de salvamento alpino de la Guardia de Finanza, con una máscara especial, se descolgó un trecho por la pared del cráter sin encontrar rastro alguno. Finalmente la familia pidió el abandono de los trabajos para localizarla. Comportaban un gran peligro para las personas que participaban.
Es digna de encomio la entereza de las hermanas allí presentes ante la situación y las circunstancias del lugar y de lo ocurrido.
El dolor nos embargó a todos. La familia destrozada. La hermana pequeña desconsolada. Imaginemos el desgarro y la aflicción de la madre. Precisamente la hermana pequeña lleva el nombre de la protagonista de una novela de Rabindranath Tagore porque a Beatriz le gustaba y había convencido a sus padres para que se lo pusieran. Ellas dos compartían habitación en el piso de la calle Huertas.
Es una familia admirable. Siempre habían sido una piña. A raíz de lo acaecido se unieron mucho más, si es que era posible. Los quiero mucho a todos ellos.
Estuvimos bastante tiempo sin ir a la Sierra. No había ánimos.

La última vez que vi a Beatriz habíamos ido a hacer la subida de La Granja a Peñalara. Hacía muy mal día, con ventisca y, a ratos, lluvia y aguanieve. Renunciamos a completar la excursión a la altura del Moño de la tía Andrea. Ya en Madrid, por la noche, fuimos al cine Velázquez, lamentablemente desaparecido, a ver la película Límite vertical, una historia de accidentes y heroísmo en la montaña. ¡Maldita coincidencia!

La familia volvió repetidas veces a Sicilia y al Etna. Era un tributo, casi anual, a Beatriz. En la primavera de 2013 aparecieron unos restos humanos en las laderas del volcán. Las autoridades italianas requirieron la presencia de la familia. Dos hermanas se aprestaron a viajar de nuevo hasta Catania y me invitaron a acompañarlas. Yo le debía a Beatriz mi visita al Etna. A ella, a su madre y a sus hermanas. A mediados de julio volamos los tres a Sicilia. En la visita a la Prefettura de Catania, el gobierno civil de la provincia, se aclararon una serie de omisiones y equívocos que habían conducido a que se pensara que los restos hallados eran de Beatriz. Habían aparecido en la zona del Valle del Bove, muy alejada, unos cuantos kilometros, de la Bocca Nuova y se había verificado, tras la correspondiente prueba de ADN, que eran de un varón. La hermanas me confesaron, a la salida de la Prefettura, que no deseaban que los restos hubieran sido de Beatriz. No querían revivir la tragedia de 2001 y hacer pasar a su madre, de nuevo, por un trago tan amargo.

                        Etna. Julio 2013. Fotografía del autor

Subimos al Etna dos días después junto con el doctor Riscica Lizzio, Carmelo, gran amigo de la familia, residente en Catania. Un hombre encantador y servicial como hay pocos, además de un gran conversador y dotado de una vasta cultura. Nos había acompañado en la visita a la Prefettura y paseado por Taormina y la propia capital del Mongibello. Nos asistió en la ascensión un guía alpino, Pippo, también encantador, gran conocedor de este volcán y la vulcanología, con gran capacidad didáctica y una plática muy amena. Alcanzamos la zona de los cráteres cimeros, a 3.200 m, a la vista de la Bocca Nuova. El lugar es sobrecogedor y de una belleza fascinante. Las nubes de vapor azufrado nos quemaban los pulmones. Pippo nos dio las explicaciones pertinentes. Después guardamos silencio en recuerdo de Beatriz.

Beatriz ya no está y yo siento una gran pena. Pero pervive en nuestros pensamientos y nuestros corazones.

Dei cari compagni che con la loro vita
arricchirono la nostra
non bisogna dire con tristezza non ci sono più,
ma, con gratitudine, ci furono!


Esto dice la oración que Michelangiolo Villar aprendió del padre Palomar. (1)

(1) http://jsanchezmingo.blogspot.com.es/2016/01/el-padre-palomar-un-cura-insolito-por.html

17 enero 2016

Caro Giulio, cari compagni....


Pachi Mouliaá
Enero 2016



Caro Giulio, cari compagni:

In primis he de confesaros que estoy francamente preocupada y que la causa es este blog de Julio, en el que él mismo y unos cuantos más vais desgranando recuerdos e impresiones de nuestro amado LIM.
Leo vuestros escritos y me pregunto ¿Habré ido yo al mismo LIM? ¿Y en la misma época?
Y si es así ¿por qué no sé quién es el Notte o el Gerbino? ¿Y porqué no tengo anécdotas del padre Palomar y tampoco recuerdo sus citas de Zubiri, Maritain o Teilhard?
A ratos me acongojo y me analizo, no vaya a ser que me visite ya el Dr. Alzheimer. Pero reflexiono: - A ver, entonces no te acordarías de lo que has comido, y cocinado, hoy, o mismamente se te habría quemado todo por haber olvidado apagar el gas…Claro, que no tengo gas. En cualquier caso, se te habría olvidado apagar la vitro, rica.
Casi a continuación veo la luz, ¡La memoria, que es muy suya! Quiero decir, la de Menchu es de Menchu, la de Julio de Julio, la de Lalo de Lalo y la mía es la mía… y cada una de nuestras memorias ha grabado lo que le ha salido de ahí.
Sin embargo creo que todos, o casi todos, coincidimos en considerar un privilegio avere frequentato per ben quattordici anni il LIM, que todos, o casi todos, agradecemos al cielo la estupenda formación humanística recibida y que entre nosotros, los que hacemos por seguir viéndonos, conseguimos mantener este vínculo tan especial.

Por mi parte, los recuerdos me vienen a rachas, deshilachados… De Materna la signorina Mariolina, el ratito de a riposare, desfilar en la sala del teatrino con Lucía aporreando al piano la Marcha Triunfal de Aida, haber grabado Angioletto del Signore y el Ave María en un disco que parecía una cartolina, las cadenetas de papel charol y el olor a almendra amarga del pegamín en barra…...

    Curso 1959-60. Con la signora Ferrari. Pachi Mouliaá es la tercera por la izquierda, sentada en la primera fila.

De la Elementare, mi cartera de cuero, más grande que yo, mi amor incondicional y eterno a la signora Ferrari, el boicot que le hicimos a su sustituta, la Boeri, hasta que nos dimos cuenta de que también era magnífica, y, sobre todo, la presión enorme que me supuso preparar en casa de la signora Ferrari el salto de la quinta elementare, os recuerdo que debo de ser la mayor, aunque no en tamaño, del 24 de enero, salto que el final no realicé porque iba a jaquecón diario y mis padres se apiadaron de mí.
En Scuola Media llegó la Battistoni, con su aire estirado y despectivo, sus cuellorros de piel y sus caramelos Halls, que aquí ni conocíamos y que la muy z… se rechupeteaba en clase. Cruella de Vil se queda chiquita a su lado. Aún conservo el tocho enorme de la antología literaria que manejamos toda la Media y, de vez en cuando, lo desempolvo y repaso. Es más, que sepáis que, en época reciente, he dejado atónitos y patidifusos a mis compañeros del Instituto Italiano de Cultura recitándoles Cantami o diva del Pelide Achille..., Nel mezzo del cammin di nostra vita…, al Carducci o al Pascoli. También en la Media llegaron los Beatles, en casa de las Occhi y The Animals, en Piedralaves, en casa de Elena Fernández. Baquera, y los primeros bigliettini de algún compagno y el sentirme mayor por ir a scuola en ruta yo sola. A mis entonces cinco hermanos menores los sacaron del Liceo y los llevaron a colegios de curas y monjas cercanos a casa, porque mi madre tuvo dos tardanillos seguidos y no era plan el trajín de traernos y llevarnos al Liceo.
Los últimos años, los de Liceo propiamente dichos, son para mí los más confusos y revueltos. No me acuerdo de en qué clases coincidíamos, tengo un respetable follón de insegnanti, mi rendimiento escolar empezó a flojear… La adolescencia, que en mi caso fue un tanto esquizoide y lo lió todo. Supongo que lo mismo vale para el resto de vosotros. Los primeros guateques liceales con compagni più grandi, mi primera pandilla de barrio en el Retiro, subirse el uniforme para ir minifaldera, las fumatinas y las confidencias en el gabinetto, Filosofía con la sobrina de la Peraita, Biología con la Lili…
¡¡Puff, un taco al que no quisiera volver!! Es lo que tiene andar leyendo por tu cuenta “El segundo sexo” y “La alienación de la mujer” para al final acabar cumpliendo tu destino de jovencísima casada y madre en la vida…

En fin, ya sé que no ha sido muy académica mi disertación pero a cambio espero haberos entretenido un rato.

Os quiero.

Pachi Mouliaá fue compañera del editor en la Escuelas Italianas de Madrid

10 enero 2016


El padre Palomar, un cura insólito

Julio Sánchez Mingo

Enero 2016



A Menchu García Delgado, Isabel Fernández Asís, Marilù Ciattei, Cristina Fischesser, Cristina Pérez Gabrielli, Marilar Andrés Montalvo, Lola Alegre Esteve, Alberto Molinas, Sandro Corradi, Michelangiolo Villar, Jesús Sotillo, José Antonio Rodríguez Rubio y Fernandito Ramos, agradeciendo sus testimonios y colaboración


Recientemente han repuesto en televisión, por enésima vez, El desencanto, película documental protagonizada en 1976 por los hermanos Leopoldo María y Michi Panero y por su madre, Felicidad Blanc, viuda del poeta falangista Leopoldo Panero. Ambos fueron alumnos de mi colegio. En esa película, en una conversación que mantienen en el patio del mísmo, nuestro cortile, hablan de nuestro cura, el padre Palomar, de una forma negativa, de un sacerdote retrógrado y cavernario.
Mi valoración de Máximo Palomar es completamente contraria. Cada cual tiene un mundo distinto en la cabeza, sus ideas, sus demonios y, por ende, sus opiniones. En el caso de nuestro clérigo todos los excompañeros consultados coinciden en recordarlo, ante todo, con mucho cariño y como una buena persona, de infinita paciencia.

El presbítero Máximo Palomar era, además de capellán del colegio, el profesor de la asignatura de Religión en todos los ciclos y cursos. Tenía que lidiar un ganado de lo más variopinto, desde niños de 6 años hasta jovencitos de 17, chicos y chicas, españoles e italianos.
No era un hombre entrañable, paternalmente cercano. Al menos con los alumnos. Ya iremos viendo que con los exalumnos su actitud cambiaba radicalmente, algo, a priori, extraño. Supongo que de alumnos nos quería mantener a raya. Eramos unos perfectos gamberros que nos subíamos a la chepa de cualquiera que nos diera la más mínima ocasión.
En una ocasión mandó a inspeccionar la limpieza de los servicios, es decir expulsó de clase, a Sandro Corradi y a algún otro por jugar a las cartas mientras explicaba la lección del día.
Una vez, justo antes de que entrara en clase, descolgamos el crucifijo que presidía el aula y colgamos en su lugar la foto enmarcada de un niño, Michelangiolo Villar, vestido de boxeador. Impartió los cincuenta minutos de su asignatura sin comentar nada. Al terminar, mientras salía, dijo: - Que conste que me he dado cuenta de lo que habéis hecho.



Con frecuencia le poníamos la cátedra del profesor, elevada sobre una tarima, justo al borde de ésta con la aviesa intención de que se apoyara y rodara al suelo junto con la mesa. Nunca sucedió, nuestros intentos fueron siempre vanos.
En otra ocasión se tuvo que asomar al balcón para reclamar a un numeroso grupo de alumnos, que remoloneaba charlando en el patio del colegio, que entrara en el aula para comenzar su clase. Empezaron a gritarle: – Habemus Papam, habemus Papam…..- Dicen que entró en cólera. Yo creo que haría un poco de teatro y se reiría para sus adentros. Se hacía el enfadado para amedrentarnos, pero no lo conseguía. Su comportamiento fue siempre correcto y educado, aunque alguna vez soltaba algún exabrupto. Eramos tremendos.

Vestía sotana preconciliar y lucía tonsura. Eran los años de la nefasta dictadura de Franco, de oscurantismo y nacionalcatolicismo. Desaliñado en el vestir, a su hábito siempre le faltaban botones y exhibía unos llamativos brillos de desgaste. Calzaba unos zapatos negros de cordones con suela de goma con pinta de ser de Segarra, la famosa Segarra, los que duraban toda la vida, cuya tienda madrileña estaba en Gran Vía, entonces José Antonio, esquina a Callao. Siempre cargaba con una misteriosa cartera portafolios.
Todos los días, a primera hora, decía misa en Santa Bárbara. Mi padre se lo cruzaba muchas mañanas, cada uno yendo a su trabajo. El padre Palomar al colegio, mi padre a las Salesas, el Palacio de Justicia. Se saludaban cordialmente. En cierto modo eran colegas. Nuestro cura era abogado y ejercía ante el Tribunal de la Rota. A Isabel Fernández Asís le consiguió la nulidad matrimonial gratis et amore, sin cobrarle un duro. También era abogado de pleitos pobres, con lo que sus ingresos probablemente eran bastante exiguos.
Debía madrugar bastante y en clase, más de una vez, mientras el alumno de turno recitaba la lección, se quedaba dormido. A veces, para despertarlo, levantábamos la tapa del pupitre y la dejábamos caer con gran estrépito.

Cuando hicimos la Primera Comunión él asistió al Nuncio, futuro cardenal, Ildebrando Antoniutti, que nos la dio.
Los fines de semana cuando oficiaba utilizaba de monaguillos a sus alumnos del colegio. Íbamos rotando y todos debíamos pasar por ello. Yo tenía miedo a quedarme en blanco allí, junto al altar, frente a todos los feligreses. He tenido miedo escénico toda la vida. Por paradojas del destino he tenido que hablar ante auditorios de lo más variados, hasta de más de 600 personas. Como monaguillo, ¡conseguí escaquearme!
Recuerdo perfectamente sus manos. De todos los profesores que tuve en aquellos catorce años, sólo recuerdo las suyas. ¿Por qué será?



En sus clases yo estaba siempre en Babia. No era una asignatura de mi interés, cuya contenido iba evolucionando a lo largo de los cursos. De pura y dura catequesis a Ética, Moral y Pensamiento cristianos y Doctrina Social de la Iglesia, pasando por Historia Sagrada. Él no exigía especial atención por nuestra parte y nosotros dormitábamos. Había como un pacto tácito de no agresión. Realmente las lecciones de Religión con él eran aburridas, soporíferas.
A pesar de estar en Las Batuecas, algunas veces sintonizaba la emisión. Así le oí hablar de Ángel Pestaña, dirigente anarcosindicalista, y su pensamiento político y social, ¡en la época de Franco! Curiosamente, el padre de nuestro compañero Angelito de Lera, Ángel María de Lera, ganador en 1967 del Premio Planeta con Las últimas banderas, publicó, ya en el período de la Transición, una biografía de Pestaña. Menchu García Delgado, ella era más aplicada, y Michelangiolo Villar me recuerdan que, en clase, el padre Palomar citaba y hablaba de Zubiri. También de Maritain y de Teilhard de Chardin, dos de las bestias negras de la Jerarquía Católica española. Incluso el cardenal Ottaviani tuvo en el punto de mira del Santo Oficio al insigne paleontólogo y pensador jesuita.
En nuestro colegio los profesores italianos eran de tendencias políticas diametralmente opuestas. Unos nostálgicos de Mussolini, como el profesor Gerbino. Otros, del PCI, comunistas, como Notte, Marsiglia Picchio o Gennaro Picazio. La relación personal entre ellos era excelente. Yo he coincidido en Altea, veraneando con la familia Picazio, con Gerbino, Notte y Cardone, cuyas ideas, de este último, desconozco. Se querían y se respetaban. También tenían buena relación con Ruiz Gijón, el falangista profesor de FEN, Formación del Espíritu Nacional. La imagen perfecta de la tolerancia, a la que no era ajeno el padre Palomar, que asumía con naturalidad que Zanesco, una compañera protestante, abandonara el aula en clase de Religión y se mostraba muy respetuoso con el judío Herman, otro alumno.
Menchu rememora que un día en clase, no teníamos más de once años, preguntó si creíamos que un musulmán podía ir al cielo. La sonora, unánime e inmediata respuesta fue ¡no! Ese día recibimos otra lección magistral de convivencia y tolerancia. El padre Palomar contestó que si no robaba, no mataba, ni hacía el mal podía ir al cielo, porque Dios era bondad y justicia infinita.
Censuraba la actividad de las monjas. Decía que no aportaban nada ni a la Iglesia ni a la Sociedad. Nos aconsejaba que, si alguno de nosotros sentía la llamada de la vocación religiosa, nunca entrara en clausura. Había que estar en el mundo. En las tinieblas de mi memoria recuerdo haberle oído comentar algo del sacerdocio de las mujeres en la época de los primitivos cristianos.
¡Nada más lejos del cura ultramontano que pintaban los Panero!

Casó a nuestra compañera Marilar con Antonio Carnal, nuestro profesor de Matemáticas y Física, y bautizó a su hija Isabel.
Ofició el funeral corpore insepulto por el padre de nuestra compañera Lola Alegre en la capilla de la, entonces, Escuela de Bellas Artes de San Fernando, hoy Facultad de Bellas Artes de la Complutense.
Isabel Fernández Asís tuvo que repetir curso porque el padre Palomar le suspendió la Religión en septiembre. Luego el pater invariablemente le decía: - Hay que ver la lata que me has dado siempre -. Años después, si se tenía que reunir con ella para tratar de su nulidad matrimonial, en el piso de Zurbano que compartía con su sobrino, le exigía que acudiera con sus hijos, que de lo contrario no fuera. Cuando ella volvió al colegio para terminar sus estudios, siempre quería quedarse con sus niños y les ofrecía galletas. Para Isabel es alguien muy especial. Según ella le debe muchísimo. Mantuvo contacto con él hasta que murió, sobre el 78.
Alberto Molinas, aún siendo ateo, siempre mantuvo una excelente relación con el padre Palomar. Le visitó muchas veces en su casa cuando ya había dejado el colegio y reconoce que le ayudó mucho. Recuerda que le comentaba lo fácil que era conseguir una nulidad matrimonial.
Michelangiolo Villar evoca que el padre Palomar decía que lo importante no era ir a misa sino comportarse de acuerdo con principios morales, fueran cristianos o no. Considera que esa amplitud de miras fue muy positiva para todos nosotros. También fue capellán de la Cruz Roja, según Miguel Ángel. De él aprendió la única plegaria sentida que sabe, en italiano, por supuesto:
Dei cari compagni che con la loro vita arricchirono la nostra non bisogna dire con tristezza non ci sono più, ma, con gratitudine, ci furono!
De los queridos compañeros que con su vida enriquecieron la nuestra no hay que decir con tristeza que ya no están, sino, con gratitud, estuvieron.
Realmente es una oración muy apropiada para él mismo, como opina Michelangiolo. Yo comparto esta idea.
El padre Palomar es uno de mis profesores con los que ahora, más que adulto, me hubiera gustado tener una conversación de tú a tú.

El colegio que yo viví, en los 60, no tiene nada que ver con el de los alumnos de los 50, los 70 ó los 80. Es más, mi colegio y el de las chicas compañeras de clase eran como dos colegios distintos porque nuestros anhelos, nuestras vivencias y nuestras percepciones eran totalmente diversos. Nosotros vivíamos para los amigotes, el fútbol, mirar a las chicas y aprobar, no había otras cosas en el mundo. Yendo mucho más allá, podríamos decir que existe un colegio diferente por cada alumno que pasó por él. El colegio de los Panero y el mío eran radicalmente opuestos.